sábado, 31 de julio de 2010

Wild Nothing: ‘Gemini’ (Captured Tracks, 2010).



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Sería interesante saber si en la vida de la persona que maneja los hilos de Wild Nothing, Jack Tatum, hubo mayor cantidad de golpes de buena suerte o de malas coincidencias. Porque una vez que decidió publicar su debut, “Gemini”, y darle así el empujón definitivo a su proyecto unipersonal (él se encargó de tocar todos los instrumentos que dan forma al disco) se topó con una piedra (más bien montaña) que dificultó su travesía: The Pains Of Being Pure At Heart. No hay nada más desconcertante que usar la expresión “si hubiera…”; pero, ¿qué hubiera sucedido si los neoyorquinos nunca hubiesen asomados sus cabezas? Seguramente, que el bueno de Tatum se llevaría un buen pedazo del pastel del nuevo shoegaze / twee / dream-pop. Sin embargo, la realidad fue más dura y tuvo que presenciar cómo su disco se quedaba olvidado en las estanterías de los “pendientes de escuchar” mientras sus compatriotas se convertían en el estandarte del citado revival. La cuestión es que todo aquel que descubrió “Gemini” lo dejó en buen lugar, pero ese eco no traspasó las fronteras alternativas más irreductibles. Ni siquiera la nota que abre la revisión de Pitchfork (8.2) ayudó en la tarea, pues ni en Gran Bretaña se enteraron del asunto. Al igual que en España, donde, además de unos cuantos melómanos, hay honrosas excepciones como la del blog Hipersónica, en el que su valoración no pasa de un bien. Esa es la dinámica en la que se mueve “Gemini” desde su salida: elogios sin impacto posterior o prácticamente la indiferencia. La mejor manera de resolver ese problema se encuentra en atender a sus canciones: las celestiales “Drifter” y “Confirmation”, la neworderiana “Bored Games”, el recuerdo a The Cure de “The Witching Hour” y la joya de la corona: “Summer Holiday”, fiel estampa de las emociones que arrastra un amor de verano. Por si esto no fuese suficiente, Tatum acaba de lanzar el EP “Evertide”, con otros tres motivos para, de una vez por todas, ensalzar a Wild Nothing.
Jose Antonio Martínez.



viernes, 30 de julio de 2010

El 'CONTEMPOPRANEA' deja Alburquerque.


Ayer por la tarde, en la web del festival Contempopránea encontrábamos una noticia en la que “la organización” agradecía a público, artistas y demás implicados su entrega y pasión en la recientemente celebrada edición, ya la decimoquinta, que tenía lugar una vez más en la localidad pacense de Alburquerque.

Sin embargo, en el mismo comunicado, el festival denuncia en un tono muy amargo que de nuevo público y personal propio del festival, e incluso artistas, han vuelto a sufrir no solo la carencia de alojamientos que dicha población sino también el abuso que de ello se llega a generar, con precios abusivos a cambio de viviendas a menudo indignas de ese nombre. He aquí el texto íntegro:

Cerrar y abrir un nuevo ciclo.

Gracias a todos un año más.
Gracias al público que con su exquisito comportamiento y entrega ha hecho que no olvidemos jamás esta 15ª edición. Gracias a los técnicos por su profesionalidad y por hacer que todos los artistas se sintieran motivados. Gracias a los artistas por darlo todo en el escenario.
Gracias a todos los trabajadores y trabajadoras del festival por atender con cariño a nuestro público y por su entrega con el festival. Gracias a los medios de comunicación por hacer de altavoz, y gracias a los sponsors por su apoyo en estos tiempos difíciles.

Pero no todo ha estado a nuestro favor, nuevamente, hemos tenido que padecer los graves inconvenientes de un alojamiento caro y de mala calidad. Han sido muchas las cartas recibidas denunciando hechos muy lamentables con muchos alquileres de casas particulares. A este respecto, y para despejar toda sombra de duda, la organización del festival nunca ha tenido nada que ver con la gestión de las casas de alquiler ni con aquellos que la gestionan. Siempre nos hemos limitado a informar en la web del festival de las diferentes opciones de alojamientos, y un año más, nos hemos sentido engañados y nuestro público estafado.
Nosotros también hemos sufrido los abusos llegando a pagar cifras desorbitadas por casas en el pueblo o pagando casas sin un mínimo de habitabilidad.
Hemos tenido problemas para alojar a nuestro personal técnico, a los artistas… muchas veces la producción del festival ha peligrado por no disponer de un alojamiento cercano.
Hemos aguantado esta situación por amor a nuestro festival y a nuestro pueblo, pero después de 15 ediciones y viendo que el problema no solo continúa sino que crece, nos vemos en la obligación moral de cerrar un ciclo y abrir otro.

Pedimos disculpas al público que se vio involucrado en alguna de estas situaciones, ajenas al festival, y que han contribuido a deteriorar la buena imagen del festival.
Una situación que viene repitiéndose año tras año, y que injustamente viene padeciendo un mayor número de asistentes. Un público que se deja el dinero y su exquisito comportamiento no puede ser tratado de esta manera por un sector de la población sin escrúpulos. Aquí tenemos el cuento de la gallina de los huevos de oro.
Ahora nos toca a nosotros “la organización” pensar en el futuro del festival, cerrar y abrir un nuevo ciclo, por el pop y por vosotros.

Gracias a todos.

De momento, no hay más anuncios al respecto. Confiamos en que este veterano festival solvente pronto esta circunstancia y no suponga traba alguna para la celebración de próximas ediciones. ¡Ánimo!

jueves, 29 de julio de 2010

Perfume Genius: ‘Learning’ (Matador, 2010)



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Mike Hadreas es un chaval de veinte años cuya única recomendación (a tan temprana edad, es normal y entendible) viene de Gareth Campesinos! (Los Campesinos!). Únicamente la necesita para vender un poco más (aunque Los Campesinos! no tienen el reclamo mediático de U2), pero en absoluto para avanzar por la pasarela del mundo folkie con uno de los trabajos más espectaculares dentro de una producción ultracomedida y basada enteramente en el piano. Diez canciones incluidas en su debut (bajo el alias Perfume Genius) que a duras penas llegan a la media hora y que, no obstante, tienen un relleno y una densidad emocional que instauran un monopolio durante toda la escucha. Según dice Hadreas, se ha pasado toda su vida escondiéndose de las cosas (entendemos malas) que le ocurrieron tanto a él como a su familia y amigos. ¿Quieren un listado facilitado por el propio artista? Porque lo hay. Ríanse ustedes de la infancia de muñecos brillantes como Michael Jackson o Macaulay Culkin: abusos sexuales, adicciones, suicidios. Todo esto forma parte del grupo de experiencias cercanas a la muerte según Hadreas. Y solamente pudo abortar la cuarentena interior mediante la música, y en concreto con éste primer LP, Learning, toda una terapia psicológica en plan exhibicionista (por mucho que se tape la cara en la portada).



En el disco encontraremos canciones que parece que siempre han estado ahí, esperando a que alguien las encuentre, que suenan como clásicos del barbudismo (género musical donde englobamos a otros hombres tristes como Damien Jurado o J. Tillman, por ejemplo). Es el caso de la homónima “Learning” y su tristísimo piano, “You Won’t B Here” (construida sobre arpegios en escalas básicas y un coro que secunda una melodía ensoñadora), la canción de madrugada catártica que es “No Problem” o la tristeza de gospel de “When”. Por supuesto, no solamente es piano y voz y tampoco estamos hablando de Rufus Wainwright, aunque los arreglos semielectrónicos tienen un cometido más atmosférico que estridente; en “Look Out, Look Out” una voz de transistor se mezcla con un reverb ambiental muy leve; y en “Gay Angels” se utilizan teclados extensos a lo David Lynch, coros de catedral y la superposición de voces. Otro de los puntos fuertes de esta nueva promesa son las letras, más hirientes que una promesa rota, sobre todo las de “Mr. Peterson”, en la que habla sobre el suicidio de un ser querido (fijémonos, de paso, cómo deja aire a la canción cuando construye sobre melodías cortas para dejar que el peso lo lleve el piano). Es en éste tema donde por única vez menciona influencias externas: Joy Division es la banda escogida. Los sucesos que han inspirado a Hadreas se caracterizan por ser completamente personales, como trasluce “Write To Your Brother” y la historia de una tal Mary que se supone que debe recordarle a alguien que su madre le trata como a un amante y que debe evitar decir tonterías sobre ella, en lo que parece un diálogo-pensamiento sacado de un hecho real.



Las canciones del debut de Perfume Genius (y, si somos afortunados y el mundo es un lugar lo suficientemente romántico, del resto de su futura carrera) vienen con un manual de instrucciones invisible. Como ocurre en “Perry” (por decir una), el mensaje que transmiten únicamente podrá captarse si uno directamente las interioriza durante un momento espiritual importante o se encuentra psicológicamente afectado (para bien o para mal). Un poco como sucede con la música personalísima de Chan Marshall en sus etapas más depresivo-autodestructivas. El final de la mencionada “Perry”, un tanto psicodélico de sonidos agudos de guitarra casi chirriantes, lo atestigua. Hay lava ardiendo bajo este volcán en apariencia tranquilo. Degústenlo, pero con cuidado. Ya dijo David Foster Wallace que la gente no sabía lo que se decía cuando asociaba la literatura con tumbarse en un sofá y leer bajo la luz de una lamparilla IKEA. Lo mismo aquí. Los pianos crepusculares (en “Never Did”, especialmente sangrantes) y la estética lo-fi pueden a uno cambiarle la vida, aunque sea durante media hora. Si no me creen, intenten escuchar de una sentada una recopilación de Satie, y luego traten de ser felices.
Jordi Guinart.

miércoles, 28 de julio de 2010

Adios al 'Ambigú'. La radio se queda a oscuras.


Ayer fue el cumpleaños de Diego A. Manrique, presentador de uno de los programas más esenciales de la radio musical de este país: El Ambigú de Radio 3.
Y también fue la última emisión de su programa, después de haber sido cesado como Asesor de la Dirección de Radio 3 y no haber alcanzado un nuevo acuerdo para seguir con su programa. Hasta ayer, nosotros teníamos la suerte de sucederle en la parrilla de la emisora. Era una suerte y también un acicate sonar en vuestras orejas después de que Diego Manrique las haya preparado para cualquier cosa, para cualquier sonido del planeta azul.
Me enteré de ambas cosas después de nuestra emisión, así que quería felicitarle hoy en antena. No sólo por cumplir sesenta añazos con ese cuajo que él se gasta que parece que no le asusta la sombra del tiempo (aunque quién sabe), sino por cumplir tantos años en la antena de Radio 3 con la misma lozanía de oído para descubrir dónde hay una canción imperecedera, dónde un sonido excitante, dónde un músico inquieto que merece la pena descubrir, dónde un disco con más de dos caras, dónde una voz con cosas que contar como la suya…
Y dónde no. Manrique también nos ha salvado más de una vez de meter el cazo en una olla sin sal ni pimienta. Una de las cosas que más me gustan de Manrique es que se salta esa convención no escrita que dice que sólo hay que hablar y pinchar de lo que a uno le gusta.
Más de una vez Diego ha expresado con elegancia, pero contundencia cuando algo no le gusta, cuando le parece que un músico ha errado el tiro o ha perdido el rumbo.
Porque El Ambigú tiene criterio. Por supuesto que no siempre lo comparto, pero es siempre estimulante ese intercambio de ideas y pareceres con la voz que te habla desde la radio.
A Manrique lo tenemos en un altarcito con el resto de nuestros héroes personales. Él fue El Padrino de esta carnicería. Le pedí que me acompañase el primer día porque, como os dije entonces, él es una de las razones principales de mi vocación radiofónica y de mi afición a la radio y muy particularmente a esta emisora tan particular que es Radio 3.
En esa charla que mantuvimos le pregunté por la A de su nombre Diego A. Manrique. Una pregunta muy trivial, lo sé, pero siempre me había intrigado esa A seguida de un punto con la que firma. Creo que me dijo que era la A de Alfredo. La verdad es que no estoy seguro. Así que para mí esa A seguirá escondiendo otros muchos significados. Para mí la A de Diego A. Manrique es…
La A de Abrir las orejas a universos sonoros que no conocías.
La A de Antídoto contra el convencionalismo y la desidia musical, contra la A maldita: la A de Aburrimiento.
La A de Ambigú, ese club en el que te sientes un cliente selecto que ha tenido la suerte de ser admitido a escuchar unas delicias que te sirve un tipo que no es precisamente un anfitrión expansivo y jovial, pero que te hace sentir bien atendido sin agobiarte… y cuya seriedad aprecias porque sabes que el plato que te recomienda lo ha probado él antes.
La A de Antología de la radio, porque su programa ha sido una colección de grandes momentos radiofónicos, de preciosos y precisos silencios después de una canción, de comentarios que te dejan pensativo, de inolvidables onomatopeyas admirativas, como sus ya inolvidables “mmmmmmmmmmm” después de degustar una buena canción.
Y es la A de Aprender, ese verbo que nos salva a los humanos de la A de Apatía, la A de Abulia y la A de Angustia. Aprender, una de las escasas experiencias que hacen que esto de vivir sea interesante y divertido. Y con el Ambigú uno aprende y se divierte.
Por eso son tan necesarios los maestros como Diego A punto Manrique. Y por eso esa A es la primera letra de mi diccionario radiofónico.
Me estoy leyendo la biografía de Tom Waits, La coz cantante, escrita por Barney Hoskyns (muy entretenida, por cierto). Hablaba Tom Waits de Lou Curtiss un tipo de San Diego que tenía una tienda de discos abarrotada de joyas musicales, un auténtico ambigú musical, y lo que decía me pareció un retrato exacto de lo que es Diego Manrique y El Ambigú para mí:
Lou Curtiss es un heroico cascarrabias, emprendedor y guardián de la antorcha. Su tienda, Folk Arts, es una biblioteca del espíritu, un banco de semillas como lo es la biblioteca del Congreso. Allí acudes para iluminarte. Todos los secretos del universo están allí guardados. Y si se cierraEl mundo quedará a oscuras…"
Ojalá vuelvas, Manrique, pero, en cualquier caso, vayas donde vayas y estés donde estés, sólo quiero mandarte un mensaje, como le decían al alcalde del pueblo en Amanece que no es poco: "Todos somos contingentes, pero tú eres necesario".
Es un día triste para mí y para la radio, que tras 18 años en antena perderá su sintonía.
Javier Gallego ‘Crudo’.

martes, 27 de julio de 2010

Al Supersonic & The Teenagers: ‘Not Too Young’ (Unique, 2010)



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Desde hace muchos años ha habido generaciones de personas que no se han dejado influir por los sonidos más comerciales que les ha impuesto la “mass media”. Personas que se han preocupado de investigar en sonidos poco convencionales y sobre los que han girado y giran a 33 o 45 rpm.

El grupo que nos ocupa hoy está formado por gente que engloba este grupo de personas, gente inquieta musicalmente y especialmente interesada por el SOUL. Una gente, que amando a músicos de SOUL clásico como Otis Redding o Aretha Franklin, fueron más exigentes y quisieron llegar más lejos, excavaron en lo más profundo del SOUL y llegaron a donde muy poca gente ha llegado. Un lugar donde solo unos pocos son capaces de apreciar los sonidos que allí suenan. Unos sonidos que una vez escuchas, te atrapan y no te dejan escapar.

Formados hace ya unos años como The Teenagers, este sexteto granadino ha ido progresando en su buen hacer con personalidad y dando pasos firmes y seguros. Dejan muy claro que por sus oídos han pasado discos muy buenos que les han dejado mella.

Treintañeros circunspectos, ajenos a caprichos pasajeros y, como vengo diciendo, vacunados contra la dictadura de la actualidad. Se les podría tachar de oportunistas en plena fiebre por lo afro. Pero ellos optaron por el camino más largo. Melómanos cuya educación sentimental se nutre de “soulzines” y compras por correo de discos de Stax, Kent, Motown o Atlantic, por citar algunos.

Northern Soul, vientos, arreglos clásicos, sonido que parece extraído de esos clásicos que suenan en los “allnighters”. Tan sólo algunos de los componentes de una de las bandas más interesantes, género por género, que se puedan escuchar actualmente en la península ibérica. Nada, pero nada, que envidiarle a congéneres como Eli “Paperboy” Reed o los Dap-Kings, popes de todo este nuevo revival soulero.

Esta obsesión de la que hablamos, les ha llevado a colaborar con gente tan influyente dentro de la escena Soul internacional como el mítico Dean Parrish o la que fue musa de los Small Faces, P.P. Arnold. Gracias a estas colaboraciones, pudieron embarcarse en una sucesión de conciertos por Inglaterra, donde consiguieron, aparte de éxito, el bagaje necesario para seguir adelante. En este año, han tenido la oportunidad de sacar a la luz un 7” junto con Roy Ellis, ahí es nada… y están embarcados en una serie de conciertos como banda del SoulStar Tommy Hunt.



Ha llegado el momento de centrarnos en el cuerpo de este artículo, la presentación de “Not too Young” (Unique Records) el primer larga duración de estos soulies que nos ocupan.

Centrándonos, como decimos, en ese “Not too Young” que ha sido editado tanto en Lp de 12” como en formato digital por el sello alemán UNIQUE. Podemos decir que es sin duda el mejor trabajo de Soul realizado en este país, y está a la altura de muchos contemporáneos de fuera de nuestras fronteras. También voy a empezar diciendo que donde de verdad se disfruta este trabajo es en los arrasadores directos que efectúa la banda.

Producido y mezclado por Carlo Coupé, en los estudios Funkorama de Madrid, incluye doce temas todos ellos escritos y compuestos por Al Supersonic excepto “The United Nation of Soul”.

El primer picotazo te llega con el “To be Young” donde queda ya demostrada la indudable calidad de la voz de Al, personalmente en algunos registros me recuerda mucho a la de Paul Weller, unos vientos muy marcados y un claro toque crossover que se deja ver en el resto de los temas del álbum.



Los siguientes temas son una consecución de medios tempos de claro enfoque de finales de los 60s, queda muy claro el talento de esta banda en ellos con una consecución de filigranas orquestales que te llevan al disfrute máximo del sonido. En ellas y en realidad en todos sus cortes queda muy marcado el poderío del trombón y ese Saxo. De agradecer en los vientos la inclusión de una trompeta a cargo de Jimmy García. En este grupo de temas incluiría también el “You don't have to love me”, incluido en la cara B.

Con la llegada del “Mercy Mercy” damos un paso atrás en cuanto a sonido, más “soul 60s” con una intro similar al Lovin' by the pound de Otis Redding, unos arreglos muy buenos y una letra con poca profundidad pero más que efectiva, al más puro estilo de las composiciones de aquella época en las que el amor y el desamor eran el centro de todo.

Otro favorito es este “The Little red rooster song”, un largo comienzo instrumental donde la percusión tiene un protagonismo mayor que en otros cortes. Uno de esos tempos que te acunan, y una de las oportunidades de disfrutar de la voz de Al en su máximo esplendor.

Unos compases más modernos, con un toque funk para ese “The United Nation of Soul”… el único corte no compuesto por Al, mucha fuerza y savoir-faire, parece un tema propio por su buena ejecución aunque esto no es nada sorprendente para quien haya tenido la oportunidad de verles en directo haciendo suyos temas de PP Arnold, Dean Parrish o el mismísimo Tommy Hunt. 



El “Rumours” y el “Keep on Walking” que puede considerarse un himno ya, son dos de los temas con más fuerza, uptempos cargados de personalidad. De esos que te arrastran a bailar y que han sonado en más de una pista de baile en las últimas semanas.

The Story of Speedy Mannie”, puede catalogarse por su orquestación como el tema más exótico del álbum, unos compases marcados perfectamente por Vanesa al órgano que le dan ese toque especial. En el queda muy clara la gran variedad de recursos de la banda.

Para cerrar este fantástico, por si no ha quedado claro, álbum lo hace con, quiero entender que es así, un homenaje al resto de la banda en forma de instrumental. De la misma forma que empieza con el “To Be Young” pero esta vez sin la voz de Alfredo.

En definitiva un trabajo muy profesional, con una herencia clara del buen hacer a lo largo de los años de bagaje de la banda e imprescindible tanto para los amantes del Soul como para aquellos que no se conformen con sonidos impuestos y quieran apostar por la música de calidad.
Sergio M. Vivas.

sábado, 24 de julio de 2010

The Drums: ‘The Drums’ (Moshi Moshi, 2010)



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El fantasma del hype ha perseguido a The Drums desde que se estrenaran con su primer single, ese irresistible ‘Let’s Go Surfing’. Casi por norma, ocurre que las bandas con singles tan enloquecedoramente inmediatos como éste, difícilmente esquivan la sospecha de ser una one-hit wonder, a menudo alimentada por su propio público potencial. Y aunque singles y EPs previos con canciones como ‘Best Friend’, ‘I Felt Stupid’ o ‘Submarine’ son igualmente certeros, también han hecho crecer aún más la expectación y hacían ya imprescindible superar la prueba-del-disco-de-debut. ‘The Drums’ llega así con esa excitante aura que acompañaba a los míticos debuts de Arctic Monkeys, Oasis, The Stone Roses o The Smiths.



No es casual que, pese a ser nacidos en Florida y residentes en Brooklyn, las referencias que inmediatamente saltan a la mente para hablar de The Drums sean británicas. Viendo sus fotos y sus vídeos, nadie pestañearía si le dijeran que son de Brighton. Y en lo musical, el propio Jonathan Pierce (cantante y frontman) cuenta que su primer objetivo era montar una banda que sonara como The Wake (grupo de Factory Records en el que militó un tal Bobby Gillespie, pre-Primal Scream). Y aunque no sea exactamente así, esa influencia es perfectamente palpable en la típica rítmica afterpunk de todas y cada una de sus canciones, solo que en este caso se fusiona, muy acertadamente, con aquel melódico espíritu twee de bandas de Sarah Records como The Orchids o The Field Mice. La fórmula puede resultar obvia a priori, pero lo cierto es que pocos (me atrevo a decir que solo los suecos The Radio Dept.) han logrado sacarle partido y, desde luego, nadie con el magnetismo, la imagen y la frescura de estos cuatro chicos.

Solo escribimos sobre dos sentimientos: uno es el del primer día de verano cuando tú y todos tus amigos estáis sentados al borde de un muelle viendo la puesta de sol y te sientes abrumado por todos tus sueños y esperanzas a la vez. El otro es cuando estás solo caminando bajo la lluvia y te das cuenta de que estarás solo para siempre”. Así de simple, el mensaje de sus letras huye de lo trascendente y se centra en el eficaz manual de lo emotivo desde un punto de vista un tanto pueril, llenándolo todo de “heart”s, “forever”s (sobre todo “forever”s) y “skies”. Como en el caso de sus colegas de The Pains Of Being Pure At Heart, lo apuestan todo a ese furor post-adolescente que, ya sea por empatía o por añoranza, resulta terriblemente excitante.



Esa excitación es especialmente acusada en una primera mitad del disco arrolladora. A las ya conocidas ‘Best Friend’, la imprescindible ‘Let’s Go Surfing’ y el glorioso single ‘Forever And Ever, Amen’, se suman las estupendas ‘Me And The Moon’, ‘Skippin’ Town’ y ‘Book Of Stories’. El baladón de aire 50’s ‘Down By The Water’ sirve de transición a una segunda parte del álbum menos enardecedora pero igualmente disfrutable, que muestra facetas distintas del grupo como el fraseo a lo Buddy Holly de ‘It Will All End In Tears’, el medio tiempo de estribillo glorioso ‘We Tried’ o la semi-acústica ‘I’ll Never Drop My Sword’.

The Future’, último corte, es quizá lo más flojo de todo el álbum y hace pensar precisamente en eso, el futuro. ¿Qué ocurrirá con el segundo álbum de The Drums? ¿Les habrá superado el éxito para entonces? ¿Cumplirá las altas expectativas? ¿Regresará la sombra del hype? De poco sirve pensar en ello. Mejor será abandonarse ahora a este álbum de (repetimos) aura mítica que para muchos de nosotros será el sonido del verano de 2010. Forever, forever, forever, forever, forever, forever, forever…
Raúl Guillén.

viernes, 23 de julio de 2010

New Young Pony Club: ‘The Optimist’ (The Numbers, 2010)



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Paranoias de criptóloga frustrada. Al entrar en el Myspace de New Young Pony Club encuentro una imagen de la formación con un cartel sobre sus cabezas que reza “the club is not a playground” (el club no es un patio de colegio). Entonces recuerdo que el primer disco de la banda inglesa se llamaba Fantastic Playroom (Modular, 2007) (la versión indoor de “playground” podría ser “playroom”, sala de juegos); su primer álbum hacía gala de una pose irreverente, descarada y divertida muy teenager. Fue precisamente esta pose la que los encumbró al éxito, sobre todo en las pistas de baile. Y es que con “Icecream” sonando y un par de chupitos resultaba fácil sacar la mamarracha que llevas dentro y sentirte la más guarra de las protas de “Física O Química”. Cuando escucho por primera vez este The Optimist la frase vuelve a mi mente y se convierte en una declaración de intenciones: “the club is not a playground”. NYPC ya no son niñatos, han madurado, se han sofisticado, han perdido a un miembro por el camino (Igor Volk, el bajista) y parecen querer dejar atrás la estela de su primer álbum. Si la maniobra es productiva en términos de beneficios mercantiles quedará por ver. Lo que está claro es que es una evolución tan natural como la vida misma y tan inevitable como la ley de gravedad. El tiempo pasa para todos. Pero hay cosas que son para siempre…



Como el tremendo carisma de Tahita Bulmer, su vocalista. La diva del flúor del electro-rock ha tirado sus camisetas de American Apparel, se ha dejado melena rubia platino y se ha hecho un fondo de armario nuevo a base de tiendas vintage y el Top Shop. Pero sigue siendo una tía con carisma, como hace gala su voz, más responsable de sus actos, más experimental, más cambiante. La serenidad y la presencia que adopta tarareando en “Oh Cherie”, así como la pose diva-heroinómana-rockera de “Rapture” no conocen precedente. Perdura, sin embargo, el aire de confianza, la actitud tirando a prepotente que ya conocíamos de sus anteriores canciones. Y prácticamente ella se convierte en la protagonista del álbum (así como de la portada del disco, sospechoso, ¿no?). Porque “The Optimist”, a pesar de abanderar un giro en el sonido de la formación que resulta atractivo, no contiene ningún verdadero hype, ningún temazo de esos que cuando lo oyes sabes que lo va a remezclar hasta la Abuela DJ. Con algo más de potencia bailable destacan “We Want To”, “Lost A Girl” o el single “Chaos”. A pesar de carecer del aura festiva de los éxitos anteriores, son un buen ejercicio de rock electrificado para pistas de baile indies. “Dolls” mantiene el bombeo de las anteriores pero añadiéndole un toque guateque con los sintetizadores y la pandereta. El resto de canciones de “The Optimist” no tiene nada de optimistas; todo lo contrario. Bajadas de revoluciones en comparación con el ritmo habitual de la banda, parece que Bulmer y sus compañeros se hayan pasado mucho tiempo encerrados escuchando The Cure, Interpol y Joy División y se les haya pegado algo del shoegaze de The XX. Líneas de bajo sobreexpuestas a cajas de ritmos marcadísimas. Y un oscurantismo, un desasosiego y una melancolía sólo comprensible en ese niño que descubre el desengaño de la vida adulta. El fin de la diversión, el principio de las responsabilidades.



Con un poco de suerte, la horda de fans que cultivaron tras el boom de “Fantastic Playroom” también habrá crecido, habrá madurado y ahora la vida le parecerá un poco más mierda, las canciones de “The Optimist” hitazos y lo anterior de la banda una banalidad de moderno gafapastas. De no ser así, puede que NYPC encuentren con este sonido fans venidos de otras influencias, menos electrónicas, más instrumentales, más acústicas. Como el disco. Pero aunque el éxito les dé la espalda con este nuevo álbum, un bravo por Tamita Bulmer, que ha puesto la primera piedra para convertirse en uno de esos iconos pop camaleónicos que tanto venden. Y otro bravo por la banda entera, que ha afrontado su nueva condición vital y la ha trasladado a su música con valentía y sin aferrarse a su dulce pasado. Ahora sólo cabe esperar que aprendan a disfrutar de la vida como lo hicieron antaño, a poder ser, antes del tercer disco.
Mónica Franco.

jueves, 22 de julio de 2010

Slash: ‘Slash’ (Roadrunner, 2010)



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Pocos se atreverían a discutir la inclusión de Saul “Slash” Hudson en la lista de los guitarristas más influyentes de la historia del rock. Su estilo, su técnica y su inapelable carisma han prevalecido durante los años posteriores a su tormentosa salida de los míticos Guns‘NRoses, tras verse envuelto en todo tipo de problemas con un Axl Rose de carácter cada vez más difícil, un huracán de drogadicción y problemas psicológicos y el reto que suponía el aceptar que el rock&roll que les llevó a la cima del mundo se apagaba a medida que el monstruo de las nuevas tendencias se tragaba todo en lo que habían creído los viejos rockeros durante años.

La separación de bienes que sucedió al divorcio entre Axl y Slash finalizó con un resultado curioso: mientras que el vocalista retuvo para sí el nombre y los restos de una banda a la que ya muchos acusaban de haber perdido su toque personal y su alma en el escenario, el singular y no menos conflictivo guitarrista conservó el aprecio de la mayoría de los antiguos fans de los Guns, abriéndose un periodo de separación entre “Rosófilos” y “Slashófilos” que aún continúa en nuestros días y que garantiza perpetuarse por largo tiempo a menos que la tentación de una económicamente fructífera reunión tomara forma (cosas más raras se han visto).

Pues bien, como resulta del cariño de buena parte del público en general, Slash heredó uno de los factores más importantes en la vida personal y (sobre todo) profesional de alguien que se dedica a esto: amigos. En 2007, Slash mencionaba en su autobiografía que planeaba lanzar un disco con colaboraciones con artistas de renombre dentro del mundillo, y que pretendía llamar “Slash & Friends”. La intención era clara, el inglés quería disfrutar por primera vez de la sensación de tener las riendas de forma exclusiva y personal de su propio proyecto, a pesar de haber dejado su huella en bandas como la fugaz Slash’s Snakepit durante los noventa, o los exitosos Velvet Revolver, junto a Scott Weiland (entonces ex de Stone Temple Pilots), así como habiendo trabajado como guitarrista de sesión para numerosos artistas de primera línea como Michael Jackson, Alice Cooper, Ray Charles o Eric Clapton.

Tres años después, la palabra “friends” ha desaparecido del título del proyecto, pero afortunadamente sus amigos no. Y es que no hay que subestimar en ningún momento el poder de convocatoria de Slash. ¿Quién no acudiría en décimas de segundo a grabar con una leyenda de la música si él así se lo propusiera? Pocos, desde luego. Así, por los estudios en los que se grabó “Slash” aparecieron una por una celebridades como Ozzy Osbourne, Chris Cornell, Iggy Pop, Dave Grohl, Fergie o Kid Rock, entre otros, dispuestos a dejar su huella vocal (sólo el también ex-gunner Izzy Stradlin grabó guitarra para el disco aparte del propio Slash) en un disco que se grabaría sin más incidencias que la posible falta de disponibilidad de algunos de los invitados.

Si bien en las etapas posteriores de Guns‘N’Roses el propio Axl Rose había dejado clara con creces su afición por el uso de sintetizadores y la adopción de un toque más industrial en sus composiciones, Slash, a pesar de coquetear con otros estilos durante sus abundantes colaboraciones y apariciones especiales, no ofrece demasiadas variantes desde entonces. La clave de su sonido está más que clara, y es por eso que es éste uno de los pocos casos en los que hoy en día podemos declarar que nos encontramos, por encima de todo, ante un disco en el que rock, hard rock, rock and roll y salpicones de heavy metal se funden con la naturalidad y frescura de siempre en la variada monotonía de los punteos de Slash, ofreciendo un plato con un sabor familiar y agradable para aquellos que buscan el toque de antaño, pero con alicientes suficientes para adaptarse a las exigencias del mercado actual.



Dada la propia naturaleza del LP, queda claro que su gran baza no es otra que la multitud de singulares momentos musicales que ofrece, desde la increíblemente oportuna aparición de una desatada Fergie al frente de la enérgica “Beautiful Dangerous” a los suaves punteos de la dulce balada “Gotten”, interpretada por Adam Levine (Maroon 5), pasando por el metal de “Nothing to Say” con la ayuda del joven M. Shadows (Avenged Sevenfold).

Sin embargo, a pesar de los claros destellos de calidad que irradia “Slash”, la sensación de encontrarse ante una obra sin un sentido más allá de una combinación de ego musical y beneficio económico se presenta lo suficientemente clara como para preguntarnos qué significa realmente este disco. Con la excepción de la poco sutil “Crucify the Dead”, donde el aquelarre formado por Slash y Ozzy cargan las tintas de forma descarada contra Rose y el cierre final de “We’re All Gona Die” con Iggy Pop como portavoz de unos manidos valores rockeros, es literalmente imposible descifrar algo más que una cargante sobredosis de azucarada testosterona entre las letras del disco. Ahora, claro está, toca preguntarse si era lógico esperar algo más de este tipo de artistas. La respuesta es evidente.

Pero que estas circunstancias no confundan a nadie, la compilación dista mucho de ser aburrida, como ha demostrado el éxito de los sencillos lanzados hasta el momento: la anticipada “Sahara”, junto al japonés Koshi Inaba, fue uno de los singles más exitosos del pasado año en Japón y el single posterior, “By the Sword”, con la colaboración de Andrew Stockdale de Wolfmother, ofrece el gancho suficiente como para lanzar a cualquier hijo de vecino a por la totalidad del álbum. El ex-gunner sabe que la fórmula vende, y por eso ha lanzado seis versiones distintas del disco por todo el mundo, modificando la presencia de unos bonus tracks finales que bien valen el esfuerzo necesario para disfrutar de todos ellos, ya que las colaboraciones de Alice Cooper, Nick Oliveri o Cypress Hill (estos últimos en una divertidísima y espontánea versión rap de “Paradise City”) sólo estarán disponibles en dichas versiones.

Por su parte, desde el punto de vista técnico, poco hay que achacar al proyecto. La producción, a cargo de Eric Valentine, constituye un ejemplo de cómo una mezcla actual puede irradiar toda la energía necesaria para mantener el espíritu puramente rockero en pleno 2010. Salvo algún discutible arreglo de forma puntual, el acabado del disco resulta impecable para toda clase de oídos. Muy buenos músicos de sesión (¿a alguien le suena Josh Freese?) y muy buenas colaboraciones instrumentales por parte de Dave Grohl, Izzy Stradlin o Lemmy Kilmister, entre otros.

Con una portada horrible, unos valores musicales de discutible actualidad y más cara que espalda, Saul “Slash” Hudson nos encasqueta en pleno abril toda la calidad que ha conseguido concentrar en su mítica Les Paul (que no es poca) y nos hace mucho más llevadera la demostración con las colaboraciones de músicos del más alto prestigio dentro de la actualidad musical. Está claro que no ha descubierto nada nuevo, que el disco no marcará un antes y un después en la historia de la música y que mucho le falta para acercarse siquiera un poco a la calidad a la que nos acostumbraron los viejos Guns, pero también es cierto que para disfrutar de rock and roll de primera calidad no hace falta mucho más. Todas y cada una de las notas que completan los sesenta minutos de grabación están orientadas al más puro y visceral disfrute de las habilidades rockeras de Slash y es ese justamente el principal motivo por el que aceptar el trato que nos propone.
Fabián Rodríguez Vázquez.

miércoles, 21 de julio de 2010

‘Vinalopop Festival 2010’ (14 de agosto, Elche)




The Pains Of Being Pure At Heart / Los Neoyorquinos de moda en el “indie” mundial, son uno de los grandes hitos de la temporada. No solo han confirmado ser la revelación Indie de 2009 gracias al éxito de crítica y público de su LP homónimo de debut. Cogido de la mano de las primeras encarnaciones de My Bloody Valentine, “The Pains Of Being Pure At Heart” se acerca a las primeras de Morrissey (esa forma de cantar de Kip Berman, medio adormilado e impostando el acento inglés, es muy Mozz) y a Sarah Records: y si en aquel sello The Field Mice cantaban “This Love Is Not Wrong”, ahora estos jóvenes suben esa apuesta con “This Love Is Fucking Right!”; lo gritan porque van sobrados. Más influencias: el twee escocés, C86 y el noise-pop cuando a ese sonido le hervía la sangre adolescente. The Jesus and Mary Chain, The Pastels y Black Tambourine, chorrean por su retrovisor. Son marcas que llevan marcadas en el rostro. No les pesan. Juegan (lo indica su nombre) al “maximun melodrama” y saben rentabilizarlo. Hay emoción sin freno y corazón arrebatado, hay angustia de los 14 años. Eso en un lado de la balanza. En el otro, la del que ya ha sido herido más allá de los 20, la sutileza y el refinamiento de la confianza melódica, la malicia del último fuzz-pop frente a la sincera vulnerabilidad del primero.



Dorian / “La ciudad subterránea”, tercer álbum que ha colocado a estos barceloneses en un lugar privilegiado de la escena musical de nuestro país. La banda ha sabido crecer manteniéndose en todo momento fiel a su sonido –esa mezcla de pop nueva olero, electrónica y rock-, y cerró 2009 con catorce llenos seguidos, seis de ellos colgando el cartel de “entradas agotadas”, y con una gira por México en la que tuvieron ocasión de actuar ante más de 12000 espectadores. Los tres primeros singles extraídos del álbum se están presentando en forma de tres videoclips que narran una misma historia. “La tormenta de arena”, lanzado el pasado mes de diciembre, fue el primero de una serie que incluye además “Paraísos artificiales” (salida el 1 de marzo), y “La mañana herida” (que vio la luz el pasado 1 de junio). Los tres videoclips, -extraordinariamente rodados y dirigidos por la productora Crampton-, cuentan una historia que se irá desvelando con cada nuevo estreno. La producción de Alex Ferrer (aka Sidechains / The Requesters) y ocho meses de intenso trabajo en el estudio, dotaron a Dorian de un sonido robusto y contundente que los barceloneses han sabido trasladar al directo. La nueva gira de la banda por España y México tendrá ocupados a Belly, Marc, Bart y Jordi a lo largo de los próximos meses.



Vinila Von Bismark & The Lucky Dados / Vinila Von Bismark lidera un nuevo proyecto musical de puro rock&roll. The Lucky Dados son un trío de Madrid adorado y respetado en el ambiente rockabilly más underground y purista. Llevan 10 años en activo, son grandes músicos y han sacado hasta la fecha sólo vinilos con una compañía japonesa. Se conocieron durante un concierto de Lucky Dados hace un año y fue amor a primera vista. El resultado es “The Secret Carnival”, su primer disco. El grupo acaba de llegar de Londres donde ha estado con Graeme Durham (productor y padre de Kitty, Daisy & Lewis) en los estudios Exchange dándole los últimos toques al álbum, un compendio maravilloso y excitante de puro rock&roll que incorpora sonidos del cabaret del período de entre guerras, del circo carnaval de los 20 y los 30, pero sobre todo calypso, swing, tropical… con toda la potencia, la energía, actitud y personalidad de Vinila Von Bismark.



The Leadings / Banda de pop electrónico formada en Murcia en 2008 cuyo único objetivo es hacer de cada canción un single rompepistas, de cada letra un mensaje en cada uno de sus temas, y de cada concierto una auténtica fiesta en la que no dejar de bailar un instante. The Leadings ha compartido cartel con Franz Ferdinand, The Horrors, Uffie, Orbital, Rinôçérôse, Crystal Castles, The Teenagers, New Young Pony Club, The Whip, Make The Girl Dance, The Rakes, The Go Team!, Hot Chip y con los Djs más importantes del indie Europeo como Jeff Automatic, Dj Amable, The Requesters, etc. Con The Leadings el espectáculo musical y visual está garantizado, siendo el broche de oro perfecto para cerrar cualquier festival de música independiente.



DJ Dongonzalo / Bombas, bombas, Dongonzalo sólo pincha bombas. Dongonzalo te mirará por encima de sus gafas mientras mueves el culo por la pista, porque de eso se trata, de reir, cantar y bailar. Los directores de festivales se tiran a sus pies rogándole que anime los allnighters, mientras él, con desdén, coge un avión a Amberes para pincharle Los Salvajes a los lugareños. Festejador profesional que hará tus delicias y, con toda seguridad, las de tu prima también. Indie, sixties, r’n’n a toneladas, seleccionado con la actitud más descacharrante del panorama.