sábado, 24 de julio de 2010

The Drums: ‘The Drums’ (Moshi Moshi, 2010)



 ( Spotify )

El fantasma del hype ha perseguido a The Drums desde que se estrenaran con su primer single, ese irresistible ‘Let’s Go Surfing’. Casi por norma, ocurre que las bandas con singles tan enloquecedoramente inmediatos como éste, difícilmente esquivan la sospecha de ser una one-hit wonder, a menudo alimentada por su propio público potencial. Y aunque singles y EPs previos con canciones como ‘Best Friend’, ‘I Felt Stupid’ o ‘Submarine’ son igualmente certeros, también han hecho crecer aún más la expectación y hacían ya imprescindible superar la prueba-del-disco-de-debut. ‘The Drums’ llega así con esa excitante aura que acompañaba a los míticos debuts de Arctic Monkeys, Oasis, The Stone Roses o The Smiths.



No es casual que, pese a ser nacidos en Florida y residentes en Brooklyn, las referencias que inmediatamente saltan a la mente para hablar de The Drums sean británicas. Viendo sus fotos y sus vídeos, nadie pestañearía si le dijeran que son de Brighton. Y en lo musical, el propio Jonathan Pierce (cantante y frontman) cuenta que su primer objetivo era montar una banda que sonara como The Wake (grupo de Factory Records en el que militó un tal Bobby Gillespie, pre-Primal Scream). Y aunque no sea exactamente así, esa influencia es perfectamente palpable en la típica rítmica afterpunk de todas y cada una de sus canciones, solo que en este caso se fusiona, muy acertadamente, con aquel melódico espíritu twee de bandas de Sarah Records como The Orchids o The Field Mice. La fórmula puede resultar obvia a priori, pero lo cierto es que pocos (me atrevo a decir que solo los suecos The Radio Dept.) han logrado sacarle partido y, desde luego, nadie con el magnetismo, la imagen y la frescura de estos cuatro chicos.

Solo escribimos sobre dos sentimientos: uno es el del primer día de verano cuando tú y todos tus amigos estáis sentados al borde de un muelle viendo la puesta de sol y te sientes abrumado por todos tus sueños y esperanzas a la vez. El otro es cuando estás solo caminando bajo la lluvia y te das cuenta de que estarás solo para siempre”. Así de simple, el mensaje de sus letras huye de lo trascendente y se centra en el eficaz manual de lo emotivo desde un punto de vista un tanto pueril, llenándolo todo de “heart”s, “forever”s (sobre todo “forever”s) y “skies”. Como en el caso de sus colegas de The Pains Of Being Pure At Heart, lo apuestan todo a ese furor post-adolescente que, ya sea por empatía o por añoranza, resulta terriblemente excitante.



Esa excitación es especialmente acusada en una primera mitad del disco arrolladora. A las ya conocidas ‘Best Friend’, la imprescindible ‘Let’s Go Surfing’ y el glorioso single ‘Forever And Ever, Amen’, se suman las estupendas ‘Me And The Moon’, ‘Skippin’ Town’ y ‘Book Of Stories’. El baladón de aire 50’s ‘Down By The Water’ sirve de transición a una segunda parte del álbum menos enardecedora pero igualmente disfrutable, que muestra facetas distintas del grupo como el fraseo a lo Buddy Holly de ‘It Will All End In Tears’, el medio tiempo de estribillo glorioso ‘We Tried’ o la semi-acústica ‘I’ll Never Drop My Sword’.

The Future’, último corte, es quizá lo más flojo de todo el álbum y hace pensar precisamente en eso, el futuro. ¿Qué ocurrirá con el segundo álbum de The Drums? ¿Les habrá superado el éxito para entonces? ¿Cumplirá las altas expectativas? ¿Regresará la sombra del hype? De poco sirve pensar en ello. Mejor será abandonarse ahora a este álbum de (repetimos) aura mítica que para muchos de nosotros será el sonido del verano de 2010. Forever, forever, forever, forever, forever, forever, forever…
Raúl Guillén.

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