jueves, 29 de julio de 2010

Perfume Genius: ‘Learning’ (Matador, 2010)



 ( Spotify )

Mike Hadreas es un chaval de veinte años cuya única recomendación (a tan temprana edad, es normal y entendible) viene de Gareth Campesinos! (Los Campesinos!). Únicamente la necesita para vender un poco más (aunque Los Campesinos! no tienen el reclamo mediático de U2), pero en absoluto para avanzar por la pasarela del mundo folkie con uno de los trabajos más espectaculares dentro de una producción ultracomedida y basada enteramente en el piano. Diez canciones incluidas en su debut (bajo el alias Perfume Genius) que a duras penas llegan a la media hora y que, no obstante, tienen un relleno y una densidad emocional que instauran un monopolio durante toda la escucha. Según dice Hadreas, se ha pasado toda su vida escondiéndose de las cosas (entendemos malas) que le ocurrieron tanto a él como a su familia y amigos. ¿Quieren un listado facilitado por el propio artista? Porque lo hay. Ríanse ustedes de la infancia de muñecos brillantes como Michael Jackson o Macaulay Culkin: abusos sexuales, adicciones, suicidios. Todo esto forma parte del grupo de experiencias cercanas a la muerte según Hadreas. Y solamente pudo abortar la cuarentena interior mediante la música, y en concreto con éste primer LP, Learning, toda una terapia psicológica en plan exhibicionista (por mucho que se tape la cara en la portada).



En el disco encontraremos canciones que parece que siempre han estado ahí, esperando a que alguien las encuentre, que suenan como clásicos del barbudismo (género musical donde englobamos a otros hombres tristes como Damien Jurado o J. Tillman, por ejemplo). Es el caso de la homónima “Learning” y su tristísimo piano, “You Won’t B Here” (construida sobre arpegios en escalas básicas y un coro que secunda una melodía ensoñadora), la canción de madrugada catártica que es “No Problem” o la tristeza de gospel de “When”. Por supuesto, no solamente es piano y voz y tampoco estamos hablando de Rufus Wainwright, aunque los arreglos semielectrónicos tienen un cometido más atmosférico que estridente; en “Look Out, Look Out” una voz de transistor se mezcla con un reverb ambiental muy leve; y en “Gay Angels” se utilizan teclados extensos a lo David Lynch, coros de catedral y la superposición de voces. Otro de los puntos fuertes de esta nueva promesa son las letras, más hirientes que una promesa rota, sobre todo las de “Mr. Peterson”, en la que habla sobre el suicidio de un ser querido (fijémonos, de paso, cómo deja aire a la canción cuando construye sobre melodías cortas para dejar que el peso lo lleve el piano). Es en éste tema donde por única vez menciona influencias externas: Joy Division es la banda escogida. Los sucesos que han inspirado a Hadreas se caracterizan por ser completamente personales, como trasluce “Write To Your Brother” y la historia de una tal Mary que se supone que debe recordarle a alguien que su madre le trata como a un amante y que debe evitar decir tonterías sobre ella, en lo que parece un diálogo-pensamiento sacado de un hecho real.



Las canciones del debut de Perfume Genius (y, si somos afortunados y el mundo es un lugar lo suficientemente romántico, del resto de su futura carrera) vienen con un manual de instrucciones invisible. Como ocurre en “Perry” (por decir una), el mensaje que transmiten únicamente podrá captarse si uno directamente las interioriza durante un momento espiritual importante o se encuentra psicológicamente afectado (para bien o para mal). Un poco como sucede con la música personalísima de Chan Marshall en sus etapas más depresivo-autodestructivas. El final de la mencionada “Perry”, un tanto psicodélico de sonidos agudos de guitarra casi chirriantes, lo atestigua. Hay lava ardiendo bajo este volcán en apariencia tranquilo. Degústenlo, pero con cuidado. Ya dijo David Foster Wallace que la gente no sabía lo que se decía cuando asociaba la literatura con tumbarse en un sofá y leer bajo la luz de una lamparilla IKEA. Lo mismo aquí. Los pianos crepusculares (en “Never Did”, especialmente sangrantes) y la estética lo-fi pueden a uno cambiarle la vida, aunque sea durante media hora. Si no me creen, intenten escuchar de una sentada una recopilación de Satie, y luego traten de ser felices.
Jordi Guinart.

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